
...que juntos un día nos viste pasar…
He venido a Buenos Aires, espero que no por última vez, y este post se lo dedico a mi madre, gran admiradora de Carlos Gardel y a todas las madres de su generación, especialmente a las que visitaron tantas veces la Plaza de Mayo reclamando justicia para sus hijos, desaparecidos y asesinados, durante la dictadura mas cruel de la historia argentina. Pero sólo vengo a compartir mis emociones y las fotos que narran una breve visita a la ciudad porteña.
Mi primer contacto, un paseo por el Rosedal, los bosques de Palermo y el jardín japonés ya me dejaron muy buen sabor de boca.
Impresionantes los enormes árboles que habitan en los parques y jardines, bordeando las enormes avenidas de la ciudad: ficus, palmeras, acacias negras, magnolias, jacarandás y otros muchos para mí desconocidos, como el árbol Lapacho, que florece en otoño, dando flores rosas, amarillas o celestes.
Hicimos un recorrido en el bus turístico, esquivando las tupidas ramas de el bosque urbano, que hace más soportable la vida en esta enorme ciudad de mas de 15 millones de habitantes. Grandes avenidas, con parada obligada en el viejo barrio de San Telmo, con su mercado, donde aún puedes encontrar curiosidades y reliquias de un pasado glorioso, desde prendas vintage, hasta placas de matricula, viejas gafas de sol o bolsos y zapatos del mejor cuero argentino.
Un buen café y una media luna con jamón y queso sirven para reponer fuerzas y seguir hasta la próxima parada en Caminito. El tiempo no ha borrado la pasión de los argentinos por el fútbol, todo se tiñe de azul y amarillo cuando llegas a la Boca, y los artistas urbanos rinden homenaje a Maradona con sus coloridos grafitis.
El Río de la Plata huele a sal y humo de parrilla. Un rico choripán y un tinto malbec en una terraza viendo la colorida mezcolanza de locales y turistas, antes de continuar hasta Puerto Madero, donde el contraste con la arquitectura más moderna y las torres infinitas de acero y cristal, dan el contrapunto a esta ciudad donde conviven la opulencia y la miseria, el pasado y el futuro, a ritmo de tango.
Donde los kioskos de venta de flores no cierran por las noches, el taxista es un hippie que tuvo su primer hijo en Ibiza y las maestras jubiladas llegan desde su lejano pueblo para asistir a la ópera en el Teatro Colón.
Puedes tomar el helado más rico del mundo en “Cadore”, merendar en compañía de dos abuelos encantadores en la confitería “Las violetas “o desayunar en el Palacio Paz, mientras escuchas una banda militar tocando el himno nacional argentino, el día que se celebra la independencia y conmemoran la figura del General San Martín.
Una visita a la librería Ateneo Grand Splendid, un paseo por el jardín botánico en recuerdo al gran paisajista creador de los increíbles parques de Buenos Aires, Carlos Thays y una ultima parada en el Hipódromo, pues no podía faltar una tarde en las carreras, después de una noche en la ópera, lástima que no coincidimos con los hermanos Marx.
Y despedimos la ciudad viendo bailar tango en la puerta del cementerio de Recoleta, en esta ciudad, puro espectáculo a la que me quedan ganas de “Volver“ espero que antes de que "las nieves del tiempo plateen mi sien". Grande Gardel, preciosa ciudad y un puñado de fotos para el recuerdo, que es un soplo la vida y allí saben vivirla muy bien.
Lucía Laínz 2025