Bon Voyage, ¿volveremos a viajar?

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Seguro que sí, pero de momento el panorama no pinta muy bien, así que mucho me temo que el viaje que estábamos preparando para conocer Jordania a finales de enero, va a tener que esperar.

 

De momento me conformaré con revisar mi fototeca y rescatar algunas fotografías de nuestros viajes, para recordar esos momentos, personas y lugares que conocimos y que, gracias a la fotografía, quedarán para siempre en nuestra retina.

 

Bon voyage, qué bien suena en francés, el título de esta serie de fotografías que ahora presento de algunos de los viajes que realicé en los últimos años y que ahora cobran para mí especial importancia al pensar que, tal vez, nunca vuelva a visitarlos.

 

Porque el viaje no es solo la experiencia física de trasladarnos a otro lugar distinto del que habitamos, el viaje es mucho más que eso.

 

Viajamos con nosotros mismos, y como le dijo Séneca a Lucilio en su carta número 28, titulada: “Los viajes son inútiles para la curación del alma”:

 

-“¿Preguntas porque son vanas esas correrías?

 

-Porque huyes contigo mismo. Es necesario que alivies tu espíritu del peso que lleva; de no ser así, no encontrarás placer en ninguna parte.”

 

Así lo veo yo, viajamos con nosotros mismos y por más lejos que vayamos eso no resolverá nuestros problemas personales.

 

-“Eso no es viajar, sino errar, vagar y cambiar solamente de paraje: puesto que no buscando otra cosa que vivir a gusto, puedes hacerlo en todas partes.”

 

Pero cuando el motivo del viaje no es olvidar nuestros problemas, sino abrir nuestra mente y ampliar nuestros conocimientos, podemos olvidar las cartas de un estoico como Séneca y entender el viaje como un proceso de enriquecimiento personal, que va mucho más allá del mero hecho de traspasar fronteras.

 

Entender el viaje como búsqueda de conocimiento, de nuevas experiencias, de curiosidad por descubrir otras formas de vida, para finalmente darnos cuenta de que en el fondo no somos tan diferentes, lo que nos resulta exótico, no lo es tanto, al final todos sentimos, gozamos y sufrimos de igual manera. Solo cambia el paisaje, la lengua, el tono de piel o la forma de vestir.

 

Pero la risa o el llanto suenan igual en Escocia, Italia, Turquía, Egipto o Etiopía, y el placer de viajar, para mí, al menos, reside en poder compartir un plato, un paseo o un baño en cualquier lugar del planeta y poder fotografiar esos lugares, y empatizar con esas personas a través del acto fotográfico, que en el fondo no es más que la llave que me permite acceder a otras vidas y a otros escenarios, y esto es lo que me apasiona realmente de la fotografía, su cualidad como herramienta para entablar contacto con lo ajeno.

 

El acto fotográfico es en sí mismo, un pretexto para entablar un diálogo con cualquier persona, adentrarme en un escenario desconocido y atreverme a cruzar puertas, que sin una cámara en la mano, tal vez nunca se me hubiera ocurrido traspasar.

 

Pero esta pasión por la fotografía es también la que me anima a seguir viajando y conociendo nuevas gentes y lugares, siempre pensando cual será la próxima estación.

 

No son buenos tiempos para viajar. Ahora toca parar y reflexionar, pero el deseo de conocer sigue ahí, esperando el momento oportuno para hacer las maletas.

 

Nos vemos en la próxima estación.

 

Lucía Laínz

Diciembre 2021