ETHIOPIQUES. Un viaje fotográfico...

a través de Etiopía....

Porque esto es África…

Sonrisas, tráfico desordenado, polvo, mucho polvo, gente por todas partes yendo y viniendo como hormigas laboriosas en un enorme hormiguero, montones de niños y niñas, camino a la escuela, a por agua o a cuidar las cabras, pobreza, que no miseria y mucha dignidad. Mujeres cargadas con todo tipo de enseres que van al mercado, trabajan en el campo o en la construcción en un país donde todo está por hacer. Mujeres bellísimas espigadas como juncos que se mueven con elegancia natural y parecen flotar más que andar. Hombres ociosos que se reúnen para jugar al billar o al futbolín. Hombres religiosos que se reúnen para leer los libros sagrados. Hombres orgullosos de su raza, altos y delgados de mirada altiva, conscientes de su pertenencia a un territorio singular, nunca sometido por el imperialismo europeo, si exceptuamos la corta estancia de las tropas italianas expulsadas en la batalla de Adua por los guerreros etíopes, los leones de África.

Una cultura milenaria que se remonta en sus orígenes a los tiempos del Rey Salomón y la Reina de Saba. Un pueblo que presume de custodiar las tablas de la Ley y el Arca de la Alianza. Así son los etíopes, dignos herederos de Moisés , que cruzaron el Mar Rojo para llegar a estas tierras donde nace el Nilo Azul y crear un imperio que en su época de máximo esplendor abarcaba también los territorios de Yemen y Eritrea.

No sabría decir que es lo que más me ha gustado de este viaje si fotografiar lugares mágicos como la ciudad de Lalibela y su laberinto de iglesias excavadas en la roca o los inmensos paisajes de las montañas Simien que se elevan hasta los 4000 metros y son el paraíso de los monos ghelada, los walia, el lobo abisinio e infinidad de aves rapaces, un parque natural impresionante, una delicia para cualquier fotógrafo. Tampoco puedo olvidar el paseo en lancha por el lago Tana y las visitas a los viejos monasterios diseminados por sus islas. Realmente es difícil elegir entre tantas maravillas, porque no son sólo las visitas a lugares históricos como Gondar, el Camelot africano y sus maravillosos castillos, son también los paisajes inabarcables de la llanura de Gheralta, los arboles centenarios, los pájaros exóticos y por encima de todo la amabilidad de la gente, el trato cordial y cercano, la sonrisa siempre a flor de piel de los etíopes, gente afable y acogedora, que trata bien al extranjero, Faranji, que es bienvenido en esta tierra de intensos contrastes. Solo puedo sentirme agradecida por el trato recibido y por eso recomiendo vivamente a todo aquel que quiera conocer África que empiece por Etiopía y no lo olvidará, y si además ama la fotografía se traerá imágenes como éstas para el recuerdo de un viaje inolvidable, porque esto es África…

 

Lucía Laínz