La de Cristina y Brian ha sido sin duda la más bonita del verano, porque aunque los dos viven y trabajan en Nueva York no quisieron una boda urbanita con tropecientos invitados, y decidieron cambiar la gran manzana por una pequeña ermita en el oriente de Asturias, la pequeña iglesia de Espioña en el pueblo de la novia. Un lugar mágico al pie de los Picos de Europa, el sitio ideal para una boda tan familiar y entrañable como ésta, en la que todos participaron para que el día fuera inolvidable.
La decoración de la iglesia, iluminada solo con velas y las flores de Sel de Flores, fueron obra de Lucía, la hermana de la novia que como buena diseñadora también se ocupó de los meseros, las invitaciones. Toda la decoración del evento fue espectacular.
El día amaneció gris, pero eso a la novia no le preocupaba. Feliz y tranquila se preparó en la casa de su abuela sin prisas, con la ayuda de Piero, que la maquilló y peinó muy natural, con el pelo suelto, un mechón recogido a un lado y una peineta con flores para prender el velo de gasa que remataba su estilismo.
El vestido lo encontró Cristina en la tienda de una diseñadora coreana en el Soho neoyorquino y su madre dió su toque personal con unos remates de pedrería en las mangas y un bonito cinturón. Los zapatos fueron los mismos con los que se casó la madre de la novia, otro detalle de una boda donde los sentimientos y las emociones fueron protagonistas.
Brian y su familia se quedaron en otra casa del pueblo cerca de la ermita a la que llegaron a pie, lo mismo que Cristina que quiso cruzar el puente del brazo de su padre, y a mi me trajo a la memoria aquella canción “ Jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela….”
Y así, derrochando lisura, hizo su entrada en la ermita a la luz de las velas donde la esperaba Brian para celebrar un matrimonio que necesitó traducción simultánea porque el novio "lost in translation", solo recordaba parte de su discurso. Pero tenía clara una frase, “ He venido libremente …” para tomar a Cristina como su legítima esposa y daba igual lo que le preguntara el cura, él ya tenia aprendida su respuesta y nadie le iba a quitar a su novia. Es lo que tiene casarse en un pueblo asturiano para un chico de Brooklyn .
Esta pareja no necesita ninguna bendición eclesiástica para ser matrimonio, lo que les sobra es amor, y las alianzas diseñadas por Laura Barrenechea , amiga de siempre de Cristina solo son la confirmación de un hecho que salta a la vista .
Terminada la ceremonia y tras las fotos de familia y el reportaje de la pareja nos fuimos dando un paseo hasta el Palacio de Cimiano, donde se sirvió el cocktail, y se alojaron los amigos venidos de todo el mundo para esta boda peculiar, presidida por una enorme piñata creada por la madre de Cristina en recuerdo de los años que vivieron en México. La piñata se resistió un poco a los golpes de Cristina y Brian pero finalmente cedió desparramando regalos y risas sobre todos.
Fue una boda muy divertida en la que todos disfrutamos también el DJ Juan Contreras, un gran profesional y el equipo de video venido desde Valencia, Pablo Navarro.
Fue una noche para recordar por los emotivos discursos de los padres de ambos en castellano e inglés, por la inesperada coreografía preparada por las amigas, por la simpatía y el buen rollo de americanos y asturianos. Especial mención al amigo New Zealand. Una noche perfecta para una boda especial cuyo reportaje tuve el placer de realizar con la ayuda de mi amiga Verónica Martín Egüen, excelente fotógrafa con la que espero seguir colaborando en el futuro.
Y aquí tenéis las mejores fotos del día para compartir con vuestros invitados , espero que os traigan buenos recuerdos, gracias pareja, sois la bomba.
Lucía Laínz
Cristina and Brian’s has been undoubtedly this summer’s most beautiful wedding, because although they both live and work in New York they did not want a crowded urban-styled wedding but settled
for a more intimate kind of event taking place in a little church by the bride’s hometown, Espioña, in eastern Asturias, Spain. A magical place at the foot of the Picos de Europa mountain range,
the ideal venue for such a lovely and cozy wedding in which everybody helped to make it unforgettable.
In the first place, the church’s floral arrangements, Sel de Flores , only lit with candles,
were Lucia the bride’s sister work. As a designer she was also in charge of the sitting
plackards,
the invitation letters and all of the event’s other decoration.
It was a cloudy day, but this didn’t bother the bride who was happy and calmed in her grandmother’s house where she was getting ready in no rush with Piero’s help who did her hair and makeup resulting in a very natural look: hair down
with a lock tied to the side and a flower back comb to pin on the gauze veil that
completed her outfit. Cristina found her own dress in a Korean designer’s shop in Soho, NY and it was her mother who provided it with a more personal touch by adding some jewelry on the
sleeves and a beautiful belt. Another detail to add up to a wedding where feeling and emotions where the absolute stars is that he shoes that the bride wore where the same that her mother used in
her own wedding.
Brian and his family stayed in another house in the village, close to the church, to which they arrived by foot. Same as Cristina, who crossed the bridge taken by her father’s arm.
So she made her way into the church, radiant and shiny, lit by candles with Brian awaiting to celebrate their marriage. A ceremony that had to be simultaneously translated into English
because the groom could only remember a part of his speech, but he did have one sentence very clear in his mind to embrace Cristina as his legitimate spouse: “We have come here freely…” And what
the priest asked didn’t matter since he had already learnt by heart his answer and nobody would take his girl away. I guess this is what it is for a Brooklyn boy to get married in an Asturian
village.
This couple doesn’t need any ecclesiastic blessing to be married since they have true love over all, and the rings, designed by Laura Barrenechea, Cristina’s close friend, are only proof of
their
sincere feelings.
Once the ceremony was over and family and couple pictures had been taken we walked to the cocktail venue, Palacio de Cimiano. Also where all of the newly weds international friends stayed in
order to attend to such unique wedding where a enormous piñata was the biggest surprise. Created by Cristina’s mother, it served as a way of remembering their days back in Mexico. The piñata
resisted Cristina and Brian’s strokes a bit better than expected, but it eventually opened up letting out gifts and more importantly, laughter among the children. The truth is that we all had a
blast including the DJ Juan Contreras and the video team that came all the
way up from Valencia Pablo Navarro.
It was a night to remember thanks to the parents’ speeches, both in Spanish as well as in English, and the friends’ unexpected choreography. Also because of the sympathy and good vibes coming
from both Asturians and Americans, with a special mention to New Zealander. A perfect evening for a special wedding in which I had the honor of taking charge of the
photographic coverage hand in hand with my friend Veronica Martin Egüen, and excellent photographer I hope to continue working with in the future.
To conclude, here you have the event’s best pictures to share with your invites, I hope they bring back beautiful memories. Thank you Cristina and Brian, you are the best!
Lucía Laínz
