
Veía en las noticias los terribles incendios que asolaban el noroeste. Ardían Galicia, León, Zamora y el norte de Cáceres. Yo sentía desolación e impotencia ante esos fuegos descontrolados que no cesaban en su avance destructor.
Recordaba nuestro viaje a Las Médulas hace ya 30 años. Volvíamos desde Cuenca por carreteras amarillas recorriendo el valle del Jerte, Jarandilla de la Vera, subiendo por la Ruta de la Plata hacia Salamanca y Zamora. Cruzamos la frontera con Portugal para hacer noche en Vidiago y continuamos hacia Ponferrada, para visitar las Médulas.
En mi memoria valles fértiles, cerezos y secaderos de tabaco y pimentón, un paseo fluvial por las hoces del rio Duero, los castaños centenarios en el enclave de las antiguas minas romanas de las Médulas, su tierra roja y aquellos magníficos árboles, un soto de castaños a la luz de una tarde de septiembre. El paraíso en la tierra.
Y quise volver para ver con mis ojos el bosque calcinado y fotografiar la triste desolación del paisaje carbonizado.
Invité a mi hijo Miguel a que me acompañara. Hicimos parada y fonda en Fuentes, para visitar a los amigos y llegamos hasta Coruña para ver la exposición de David Bailey: “Changing fashion” en el Centro MOP. Una retrospectiva del fotógrafo inglés que revolucionó la fotografía de moda en las décadas prodigiosas de los 60’ y 70’. Un maestro del retrato editorial, que supo capturar como nadie el espíritu de libertad y creatividad de su época. Una lección de fotografía.
El viaje continuó desde A Coruña hasta Las Médulas atravesando los verdes bosques de eucaliptos gallegos, la sierra de los Ancares aún indemne en su verdor, hasta alcanzar nuestro destino y ver el negro paisaje quemado de las Médulas, los montes arrasados por el fuego, que llegó hasta las mismas puertas del pueblo.
Las colmenas abrasadas, las abejas volando sin rumbo buscando algún lugar donde guarecerse. Y el silencio, denso como la ceniza, solo roto por el canto de algún pájaro y el sonido del viento.
Afortunadamente la mayor parte de la superficie quemada afectó a la ladera de monte bajo, jaras, brezos, helechos y arboles de porte medio. El mirador del parque, sus construcciones de piedra y la propia carretera parece que hicieron de cortafuegos evitando males mayores y, aunque el fuego alcanzó algunos ejemplares de los viejos castaños, la mayoría se salvaron. Imagino que gracias a esfuerzo de vecinos y bomberos forestales. No alcanzo a imaginar la dureza de su trabajo contra el fuego. Para ellos todo mi agradecimiento y admiración.
Entre las cenizas ya aparecían pequeños brotes verdes.
Carlo, un científico del CSIC que encontramos trabajando en la zona, me comentó que, si este año las lluvias son suaves y no torrenciales, es posible que el bosque vaya rebrotando poco a poco. Pero lo importante es que el campo reciba la ayuda y atención necesarias para frenar la despoblación, no solo la repoblación forestal y la gestión de los bosques, es necesario apoyar a la ganadería extensiva, que el ganado paste en los montes y no se abandone el campo.
Espero que estas fotografías sirvan para recordar a los políticos competentes, si los hay, que la España rural está en riesgo de desertificación, porque estos incendios descontrolados cada vez serán más frecuentes y destructivos.
Sirva este reportaje fotográfico para documentar someramente un desastre que nunca debió suceder.
¡¡¡NUNCA MAIS!!!
Os animo de paso a visitar este lugar increíble y probar el delicioso caldo berciano. Todo apoyo a las gentes del Bierzo, seguro será bienvenido.
Gracias Miguel por ser tan buen compañero de viaje.
Lucía, septiembre 2025